Por Bruno Cortés
En el Senado de la República hubo un relevo simbólico, de esos que refrescan el ambiente político y recuerdan que el futuro no solo está en manos de quienes ocupan las curules. Esta vez, el Pleno se llenó de voces jóvenes en el Parlamento Juvenil PJI MX AC Región Centro-Norte, un ejercicio que, más allá de ser una simulación, funciona como un entrenamiento real para entender cómo se mueven las ideas dentro del Congreso y cómo se transforma un problema en una propuesta de ley.
La iniciativa, impulsada por el senador Félix Salgado Macedonio, reunió a jóvenes de distintos estados —y hasta de Guatemala— para debatir como si fueran legisladores por un día. No se trató de discursos de cartón, sino de discutir temas que están marcando a su generación: cambio climático, educación, derechos humanos, ciencia, tecnología y la eterna pregunta de qué políticas sirven realmente para construir un mejor futuro.
El arranque estuvo a cargo de Alejandro Paz Gallegos, vicepresidente de Política Juvenil Internacional México. Con un mensaje claro, recordó que el mundo atraviesa desafíos gigantescos, desde la crisis climática hasta la desigualdad, y que la juventud no puede quedarse como espectadora. Su idea central fue simple pero poderosa: el progreso es colectivo. En política no gana el más fuerte ni el que grita más, sino el que logra sumar y construir comunidad.
Ese es justo el espíritu del parlamento juvenil: un espacio donde las y los jóvenes ponen sobre la mesa propuestas de reforma, miden argumentos, escuchan otras posturas y, sobre todo, se animan a imaginar soluciones sin caer en el cansancio que a veces domina la política adulta. Es una especie de laboratorio de ideas donde aprenden cómo se negocia, cómo se argumenta y cómo se aterrizan inquietudes en políticas públicas.
Aldara Cornejo Martínez, coordinadora nacional de PJI MX AC, subrayó algo que llamó la atención de todos: la presencia de una delegación de jóvenes de Guatemala. No fue un gesto diplomático de rutina, sino un recordatorio de que los problemas de la región no entienden de fronteras. La migración, la economía, el medio ambiente, la violencia… todo atraviesa a los países por igual. Por eso, dijo, la fraternidad latinoamericana no es un concepto bonito para discursos, sino una fuerza que se sigue tejiendo entre generaciones.
Tanto Paz como Cornejo coincidieron en un punto crucial: la política no es un privilegio reservado para unos cuantos. Es una responsabilidad compartida, y participar no significa militar o buscar un cargo, sino entender, debatir y aportar. Para esta generación, involucrarse no pasa por repetir viejas peleas, sino por construir un horizonte común donde las ideas tengan más peso que los apellidos y donde el diálogo no sea una excepción, sino la norma.
El Parlamento Juvenil dejó claro que cuando se abre la puerta a las nuevas generaciones, el debate público se enriquece. No porque los jóvenes tengan todas las respuestas, sino porque traen preguntas nuevas, urgencias legítimas y una mirada menos cansada ante los retos del país.
Durante unas horas, el Senado se convirtió en un recordatorio de que la política sí puede ser un espacio donde quepan más voces. Y si estos ejercicios logran sembrar siquiera una semilla de participación en quienes estuvieron ahí, el país ya ganó algo importante: una generación que no solo observa la política, sino que quiere formar parte de ella.