Por Juan Pablo Ojeda
El consumo de alcohol en México sigue en aumento y ya se ha convertido en un tema que preocupa a las autoridades de salud. Durante la conferencia matutina en Palacio Nacional, el secretario de Salud, David Kershenobich, informó que en 2025 el porcentaje de personas que han consumido alcohol alguna vez en su vida alcanzó el 73.7 por ciento, una cifra mayor a la registrada en años anteriores y que refleja cambios importantes en los hábitos de la población.
De acuerdo con los datos presentados, el consumo general pasó de 71 por ciento en 2016 a 73.7 por ciento en 2025. El crecimiento es aún más evidente entre las mujeres, donde el porcentaje subió de 62.6 a 69.3 por ciento en ese mismo periodo. Este incremento, explicó el funcionario, obliga a replantear las políticas públicas de prevención y atención, especialmente desde una perspectiva de salud y bienestar social.
En contraste, las cifras en adolescentes muestran una tendencia distinta. El consumo de alcohol en este grupo bajó de 49.1 por ciento en 2016 a 46.1 por ciento en 2025. Más aún, en el último año se registró una reducción significativa: pasó de 28 a 17.8 por ciento. El consumo excesivo entre adolescentes también disminuyó de forma notable, al caer de 8.3 a 2.6 por ciento. Para las autoridades, estos datos sugieren que las campañas preventivas dirigidas a jóvenes comienzan a dar resultados, aunque el reto sigue siendo grande.
Desde la óptica de la política pública, el tema no solo se mide en porcentajes, sino en impacto social y costos para el sistema de salud. El consumo elevado de alcohol está directamente relacionado con enfermedades crónicas que generan una fuerte presión sobre hospitales y servicios médicos. Beber en exceso afecta al cerebro, altera el estado de ánimo, el comportamiento y la capacidad de tomar decisiones, además de provocar problemas de coordinación y concentración.
El daño no se queda ahí. El alcohol puede afectar gravemente al corazón, provocar presión arterial alta, arritmias, accidentes cerebrovasculares y debilitar el músculo cardíaco. En el hígado, el consumo constante puede derivar en hígado graso, hepatitis alcohólica, fibrosis o cirrosis. También impacta al páncreas y aumenta el riesgo de pancreatitis, una enfermedad grave que compromete la digestión y la vida misma.
Otro punto que subrayaron las autoridades es la relación entre el alcohol y distintos tipos de cáncer, como los de hígado, mama, esófago, cabeza y cuello, así como el colorrectal. A esto se suma el debilitamiento del sistema inmunológico, lo que hace a las personas más propensas a infecciones graves.
El mensaje desde el gobierno federal es claro: aunque hay avances en la reducción del consumo entre adolescentes, el aumento general del consumo de alcohol exige reforzar estrategias de prevención, información y atención médica. El reto no solo es sanitario, sino social y económico, y requiere políticas públicas que vayan más allá de la prohibición, apostando por la educación, la prevención y la salud comunitaria.